Tanatología

¿Qué decir y cómo dar el pésame en un funeral?

¿Qué decir en un funeral?

A veces, cuando llega la muerte de un ser querido y asistimos a un funeral, no sabemos qué decirles a los deudos. Un joven de 17 años reflexiona en torno a lo que hizo cuando murió el padre de su mejor amigo…

Texto: Eduardo Scheffler

Ahí estaba él, sentado en la última mesa de la cafetería de la funeraria. Al llegar su madre me advirtió que necesitaba ayuda, que por favor no lo dejara solo, pues se avecinaba una larga y compleja batalla para tratar de comprender lo que acababa de suceder.

En la madrugada el padre de mi mejor amigo había muerto y un mundo en aparente orden ahora se encontraba completamente alterado. A nuestros 18 años las promesas y los días de sol se nublaban.

Lo encontré sentado en silencio, con el pelo negro y enmarañado. Llevaba una playera azul cielo y los pantalones de mezclilla que vestía habitualmente, pero se veía tan distinto. La contagiosa alegría había sido reemplazada por el pesar y el brillo en su mirada se había apagado.

Ahí estaba él, mi mejor amigo, y yo debía de acercarme para tratar de confortarlo. Al enterarme de la noticia había anticipado el momento y pensado en lo que le diría al verlo. Alguna vez mi padre me había explicado que se trataba, sobre todo, de hacerle saber al deudo que uno lo acompañaba en su pena.

—Basta con que le digas que lo sientes mucho —explicó con la sabiduría que confiere la experiencia­—. Hay frases que siempre funcionan como: ‘Siento mucho enterarme de esto’, o ‘Era una gran persona, lo vamos a extrañar’, pero se trata de hacerle sentir que estás cerca.

Lo único que supe hacer fue abrazarlo fuerte y llorar con él…

Me explicó que en esos momentos de dolor ayudaba mucho el sentirse acompañado.

Confieso que al acercarme a mi amigo, al verlo solo y devastado, confundido y herido ante la pérdida, me congelé. Fue él quien se puso de pie y entre tanto dolor encontró una sonrisa para mí.

Lo único que supe hacer fue abrazarlo fuerte y llorar con él.

No pude decir nada, pero hice mío un pedazo de su dolor y traté de ayudarle a soportarlo. Entendí que ese momento no se trataba de hablar necesariamente; se trataba de acompañar, de comunicar sin hablar, de abrazar. De hacerle saber que ese día y cualquier otro, yo estaría ahí para él.

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