Una leyenda cuenta la historia de cómo se creó la flor de cempasúchil, uno de los elementos fundamentales del Día de Muertos. Aquí te la contamos de nuevo.
Acércate.
Dime Tonatihu, señor Sol, que no es verdad. Que los susurros que el viento arrastra desde el campo de batalla no son ciertos. Que él no se ha marchado, que sigue aquí, que no es un muerto.
Mírame, ser de luz, recuérdame. Recuérdanos a ambos, tomados de la mano, subiendo la montaña cada amanecer, para mirarte, para adorarte, para estar cerca de ti. Dime que recuerdas las palabras. Los juramentos. Las caricias. Los besos.
Por favor acércate y susúrrame que comprendes el dolor que el rumor provoca. Porque hoy dicen, señor Sol, que Huitzilin ha muerto. Que su cuerpo cayó herido, que yace sin vida, que la noche lo devora, con su olvido, con su manto de silencio, con sus sonidos de nada que lo cubren todo.
Dime señor Sol que los pasos que dimos para llegar a ti no fueron desapercibidos. Que nos miraste andar juntos por ese sendero retorcido, cargando flores para ti.
Dime señor Sol que los pasos que dimos para llegar a ti no fueron desapercibidos. Que nos miraste andar juntos por ese sendero retorcido, cargando flores para ti. Que nos iluminaste para que llenos de vida volviéramos siempre a ti, Huitzilin el guerrero y Xóchitl, su amada.
Con ese juramento de amor eterno que nos hicimos cuando éramos pequeños, cuando jugábamos, cuando corríamos, cuando aprendimos como era decir te amo para siempre, y hasta el final de los tiempos. Te amo más allá de la muerte.
Dime Tonatihu que eso no dicen no sucedió. Cuéntame que él no murió en la batalla, júrame que, en algún lado, él sigue vivo. Te lo pido mi dios Sol, hoy que vuelvo a ti. Mira estas flores que te traigo. Son tuyas y de nadie más. Vengo sola porque mi amado no está. No vuelve. No regresa. Se me pierde. Se me pierden sus recuerdos, su voz, su aliento.
Dime, señor Sol, que no ha muerto y si es cierto, si eso en verdad sucedió, si el murió en el campo de batalla, entonces te ruego que me transformes en flor para adornar el lugar en donde yace su cuerpo.
Si él no está no quiero ser nada más que la flor de su recuerdo. Llena mis pétalos de tu luz para que quien me mire sepa que si no estamos aquí es porque ya nos volvimos eternos.
Y si es posible, mi señor Sol, mi Dios, transforma a Huitzilin en un colibrí para que cada de vez en cuando vuelva a mí. Para que tú ser eterno de luz recuerdes los días perdidos, ésos cuando dos jóvenes enamorados y llenos de flores venían a ti.