Este año hemos elegido al colibrí como uno de los protagonistas de nuestra festividad de Día de Muertos. Esta pequeña ave forma parte de una hermosa leyenda que tiene que ver con los dioses, la creación del mundo, los vivos y los muertos. ¡Vívela!
Dicen nuestros ancestros mayas que cuando los dioses terminaron de crear al mundo y a todos los animales que lo habitan, se dieron cuenta de su olvido: no habían creado a un ser que pudiera llevar sus deseos y pensamientos a cada rincón de su creación.
Para enmendar su error y habiendo usado todo el barro y el maíz en la creación del mundo, los dioses no tuvieron más remedio que utilizar una piedra de jade para tallarla y crear con ella la pequeña cabeza de una flecha.
Después soplaron sobre ella para darle vida y esta salió volando convertida en x ts’unu’um, el ave que hoy conocemos como colibrí.
Ágil y ligero el pequeño animal podía acercarse hasta a la más delicada flor sin lastimar sus pétalos. Sus plumas cambiaban de color y brillaban bajo la luz del sol encantando a quienes lo miraran y despertando en ellos el deseo de poseer al colibrí.
Entonces, los dioses advirtieron:
“Si alguien se atreve a atraparlo, recibirá por castigo la muerte”.
Porque x ts’unu’um nació para ser libre, jamás lo verás atrapado o encerrado en una jaula.
Desde entonces el colibrí vive libre y recorre el mundo libre y se dice que cada vez que se aparece ante tus ojos es porque lleva un mensaje de amor de alguien que te piensa.
Alguien que se encuentra en esta tierra o en el más allá, en donde los que ya no están nos sueña y nos piensan, y después le susurran al colibrí que nos visite para que sepamos que nos abrazan a la distancia.
Y seguramente después la pequeña ave vueleve con ellos para entregarles un mensaje de amor: que ellos vivien en nuestro recuerdo.